Compartir la mesa, un acto de amor
Por Juliana Orozco @quierosercasa
“La cocina es un arte. Pintores, escritores, actores, han creado y preparado deliciosos platos, poniendo el arte culinario en un lugar destacado. Pero preparar sabrosas comidas, y compartirlas con los seres que amamos, es un maravilloso acto de amor”.
Julia Rodríguez (mi abuela)
Ser casa es ser persona que habita, que convierte un espacio en un lugar porque le da sentido desde el afecto. Es permitirse en la vida ir apropiándose del espacio, de sí mismo y del mundo, poco a poco y sin prisas, para desde ese lugar encontrado y propio ofrecerse a quienes nos rodean, principalmente a quienes queremos.
Quiero ser casa, porque quiero ser el lugar al que regresan quienes me aman para sentirse seguros y felices. Porque ser casa es ser capaz de recibir, acoger, cuidar y querer sin necesidad de grandes aspavientos. Y en casa hay un lugar mágico para esto: la mesa.
Alrededor de una mesa, compartir una comida sin prisa y con conciencia es definitivamente un acto de amor, porque nos habla de un saber estar, de la capacidad de disfrutar el momento presente y de todo lo maravilloso que puede ser si le damos valor a las pequeñas cosas, a las cosas normales, cotidianas, conocidas. Ese estar con la gente que quieres, cómodamente, hablando con tiempo y disfrutando de un buen vino y una deliciosa comida. Ese estar en un lugar en el que te sientes cómodo, feliz, tranquilo. Un lugar bonito, cálido, confortable, en donde la luz, la música, el entorno te abrazan y protegen. Ese estar en disposición de, sinceramente, oír a quienes están con nosotros, escucharlos, dedicarles tiempo y afecto y recibir con gusto el tiempo y afecto que los otros nos regalan.
Y es teniendo todo esto en la cabeza, o más bien en el corazón, que me gusta pensar mis mesas cuando voy a servir una comida para nosotros tres (quienes vivimos en mi casa) o para quienes nos visitan. La verdad, como en la vida, no me gustan los artificios. Prefiero las mesas más relajadas y que invitan a compartir. Eso sí, me gusta siempre, acudir a todas las herramientas estéticas para crear un ambiente agradable. Y todo cuenta. El uso o no de mantel, los platos, las servilletas, los cubiertos, los vasos, poner o no flores, plantas; la música que acompaña las palabras, la temperatura del lugar, a que huele… Como acto de amor, poner la mesa es un gesto de cuidado, de haber pensado en los otros.
No hacen falta cosas muy costosas, pero si tiempo, o mejor, atención.
Cuando Filo me ofreció un espacio en su Blog, no lo dudé un segundo, porque nos encontramos en la creencia absoluta del valor de la comida como una experiencia de afecto, de exploración, de juego.
Porque nos encontramos también, en la creencia absoluta del valor del encuentro y de la construcción de lazos afectivos con los otros, con el mundo. Quiero ser casa, es como Filo, una apuesta por volver a habitar la vida, por volver a conectar con el interior y con el mundo.
Sentarse alrededor de una mesa y compartir una comida es un acto de amor y si se quiere, también una declaración de intenciones, porque, como dice Michael Pollan en su libro Cocinar (encuéntralo en Librería Nacional),
“¿Hay algo menos egoísta, algún trabajo menos alienado, un tiempo mejor aprovechado que preparar algo delicioso y nutritivo para las personas que queremos?”
Juliana Orozco
Este artículo nace de una colaboración con Juliana. Ella quien ha sido #AnfitrionaConFILO nos acompañará desde este espacio de QUIERO SER CASA en FILO, para contarnos sobre cómo la comida hace parte importante de lo que la mueve: «habitar la vida, ser casa».
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