En la vida y en la comida, todo está en las pequeñas cosas.
Por Juliana Orozco @quierosercasa
Si algo hemos aprendido durante este periodo de Covid, es que la vida está hecha principalmente de lo que fácilmente olvidamos, de cada una de las mañanas en que sin pensarlo mucho abrimos los ojos en la misma cama, del suelo conocido bajo los pies, del olor confortable de quién tenemos al lado.
La vida está en las pequeñas cosas.
A veces nos enfocamos tanto en los grandes acontecimientos, en las grandes alegrías o las dolorosas tragedias, los momentos que como hitos históricos creemos nos marcan la vida, que dejamos de lado lo pequeño, lo cotidiano, lo que está siempre ahí cambiando día a día, y que, en últimas, es la vida misma.
Los viajes, los días extraordinarios, los grandes momentos… son maravillosos, por ser esporádicos, por ser eso, Extra Ordinarios.
Adoro vivir nuevas experiencias, probar nuevos sabores, respirar el olor de ciudades desconocidas… pero adoro igual volver a ver la luz de las cinco de la tarde que tanto me gusta de mi ciudad, oír la reconocible risa de mi hija, sentir la mano de quien amo a mi lado…
Adoro dejarme sorprender por lo cotidiano y sentir que cada uno de esos días, en los que parece que no ha pasado nada, ha pasado todo, la vida misma… quiero cada vez más enamorarme de las pequeñas cosas que suceden, para no olvidar que la vida es vivida cada minuto que pasa.
Con la comida y con la mesa, es igual.
Con frecuencia olvidamos que la comida no responde sólo a una necesidad funcional, biológica. Es mucho más que eso.
Y por lo tanto, comer solo para quitarse el hambre, restándole todo el valor emocional, simbólico y placentero, es muy triste. Todos los días deben ser una fiesta, en el sentido de cocinar con conciencia y pensando en el disfrute.
De hecho, se trata, como dice Ilse Crawford, de «hacer de lo ordinario algo extraordinario»
“Hacer de lo ordinario algo extraordinario”
Mi invitación para este año es sencilla:
Ponle atención al momento, ocúpate de los detalles y concéntrate en el placer. Y hazlo siempre o siempre que puedas, no sólo cuando tienes invitados o durante el fin de semana; para ti y para los tuyos. Usa los cubiertos, los platos y las servilletas bonitas, cómete el chocolate especial o agrégale esa sal que trajiste de un viaje a unos simples huevos en el desayuno.
Como hemos visto este último año, no sabemos qué pasará mañana. Lo que sí sabemos, es que si no disfrutamos cada simple momento, los días se hacen largos y el encierro duro.
Tres trucos (de comida) Extra-Ordinarios para días ordinarios:
1. Sandwich de queso:
Un truco que vi en la Película de Jon Favreau “Chef” y me encantó. Una tontería que hace que tus sandwiches sean maravillosos y ya no quieras hacerlos de otra manera. Independiente del queso que uses, pon siempre un poco de mantequilla (y si quieres parmesano rallado), a la parte exterior del sándwich y ponlo a calentar hasta que quede dorado y crujiente. A mi me gusta hacerlo en sartén, pero también funciona para sandwichera.
2. No le temas a las tostadas francesas:
Desde que vi a Dustin Hoffman en Kramer Vs. Kramer haciendo tostadas francesas torpemente en una taza al inicio de la película y verlo al final como las hace con su hijo en un segundo y perfectas, sentí siempre que eran un símbolo de ser casa y por eso las amo. Pero siempre que digo que las hacemos en mi casa, a la gente le parece muy especial. Para nada.
Huevo, leche y pan, básicamente eso es todo.
Si las vas a hacer dulces, a la mezcla de huevo y leche le puedes añadir un poco de vainilla, nuez moscada y/o canela. Y si las vas a hacer saladas, (porque si, saladas también son deliciosas, con jamón y queso, por ejemplo), a la mezcla le puedes añadir paprika o pimienta.
Verás como cualquier día mejora si haces tostadas francesas.
Esta receta de Jamie Oliver es deliciosa y muy fácil de seguir
3. Tomate frito:
Una pasta de tomate natural, perfecta para combinar con cualquier cosa, aprovechar esos tomates que ya están muy maduros y darle un sabor delicioso a lo que se lo pongas. Además es facilísima de hacer.
Trocea los tomates muy maduros y mételos en la licuadora por muuuuuchooo tiempo. De hecho el amigo que me dio esta receta me dijo “cuando creas que la licuadora se va a fundir, sigue, todavía le falta!”. La idea es que no quede ni rastro de piel o pepitas. Luego, en una sartén alta, pon un poco de aceite de oliva, unos ajos, sal y el tomate triturado y cocina hasta que se convierta en una pasta espesa.
Guárdala en un frasco con un poco de aceite de oliva en la superficie para que se conserve mejor. Una vez se enfríe, tápala y métela en la nevera.
¡El arroz con huevo frito con este tomate frito es realmente extraordinario!
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